POR SUERTE "HAGO EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO, EL PERIODISMO" - GABO GARCIA MARQUEZ

Además de ser mi vocación, el periodismo para mi es una pasión.
Cuando estoy haciendo prensa me siento feliz, no me canso, disfruto haciéndolo porque es novedoso, además hay que ser creativo, observador, responsable, saber escuchar, saber comunicar y por sobre todo, AMAR ESTA PROFESIÓN!!!

Cecilia Grillo

martes, 31 de mayo de 2011

La incomunicación ese mal que afecta en la era de la comunicación


Aún ninguna tecnología iguala el calor humano, el aroma del cabello, la calidez de una sonrisa o el afecto en un apretón de manos. Miro hacia atrás y recuerdo mi época de colegial y me resulta inevitable hacer comparaciones.
Basta con echar la memoria hacia los recuerdos para observar aquellos pasillos llenos de risas, conversaciones, juegos, chistes. Hoy son una llama extinta de una vivencia en vías de desaparecer.
 Era una sociedad que se comunicaba presencialmente. El fenómeno de redes sociales En la actualidad la fascinación por lo tecnológico hace del mundo uno más ágil, pero a la vez produce un deterioro de la comunicación entre las personas, entre el mar de posibilidades de nuestra era.
 De repente, la ironía de todo este acervo comunicacional al instante crea confusión entre la variedad de mensajes signos y temas inagotables de conocimiento. A los cuales tenemos acceso sin tener que acudir a una enciclopedia o bibliotecas públicas.
 Hoy la falta de conocimiento de las personas dentro de cualquier red social mal utilizada genera una sociedad silenciosa. Capaz de comunicarse solo por textos, sin hacer acto de presencia. Escondidos tras palabras e intimidados por la falta de bagaje cultural...
 Tal aspecto conduce al retroceso en el tiempo en el nivel comunicacional de la sociedad. Es paradójico que habiendo tantos recursos útiles en internet más de un 40% de la población mundial que navega en la red, no sabe sacarle provecho a lo bueno que hay ahí dentro. Dejándose seducir por aspectos vanos.

 Saber que la comunicación en pocos años va a mutar hacia una dependencia al cien por ciento por parte del ser humano sobre la tecnología, es la semejanza de un apocalipsis comunicacional avisado desde hace un tiempo atrás. Sin embargo, el desinterés por aprender a llevar un mundo paralelo y equilibrado entre la comunicación y lo tecnológico es una utopía.
 El premio por nuestro desinterés será sumergirnos en un mundo virtualmente globalizado. La pérdida de nuestra privacidad, y en especial de nuestra lengua se transformarán en el obsequio por mal utilizar la información que ofrecen los medios.
 Los medios de comunicación han abarrotado los sitios web. Apelan a los gustos más diversos. Hay de todo y para todos. Ello crea una locura de absorción difícil de digerir.
 Harold Laswell, uno de los padres de la comunicación tenía y sigue teniendo razón al sostener que las personas son como “borregos tontos” al aceptar sin ningún análisis lo que el emisor les ponga por delante.
 De repente la ciudad es la ventana más óptima para comprobar los efectos visibles.
 Sin embargo, para notarlos hay que apelar a la comunicación no verbal. Es frecuente la típica escena de una persona inmersa en sí misma ya sea por un reproductor de música o un celular. Reflejan el desinterés por socializar con el entorno de su rededor.
 Para comunicarnos consigo mismos hay diversidad de recursos, los cuales a su vez ocasionan un aislamiento. El precio de ello es conocer cada vez menos a las personas. Sus intereses, gustos, afinidades. Aunque las redes sociales tienen la capacidad de clasificar a los grupos de acuerdo con características en común, hasta el momento no logran el don de un contacto real.
 Hay quienes argumentan toda una fascinación de rica cultura dentro del ciberespacio, a pesar de que ya se mencionó que el 40% de la población mundial cuando usa el recurso de internet lo hace para aspectos de poca importancia. El vagar por horas chateando y sumergirse en la red sin saber a dónde ir son sólo ejemplos de contextualización visibles en nuestra cotidianeidad.
Hoy se habla de una cultura global enfrascada en el mundo de internet. Por cultura según en la Real Academia Española se entiende “conjunto de conocimientos de una persona” o bien “modos de vida de una sociedad en determinada época”
 Lo malo de todo es que cuando ese mar cultural no tiene un capitán que guíe a buen puerto (el puerto del conocimiento) la cultura se convierte en una redundancia de ideas sin acomodo alguno.
 Pues tanta información colgada en la red lejos de producir cultura, termina ocasionando un caos mental sin saber el norte correcto.

 El aislamiento familiar y social es cada día más evidente… ¿Y cómo empezó esta degradante secuencia? Quizá el germen de la incomunicación se lo inoculó al crío ya hace tiempo la propia familia. ¿Cómo? Practicando todos el drástico ritual del silencio de la familia ciberconectada. Les pongo un ejemplo. En la mesa del comedor están sentados padres e hijos. Nadie habla. A lo sumo se oye un alarido cuando uno de los comensales se quita los auriculares de las orejas. Padre y madre, además, están atentos al informativo de la televisión. La hija mayor y el mediano no paran de mandar mensajes con sus móviles. El pequeño, entre bocado y bocado, no suelta su maquinita de videojuegos. La escena puede parecer exagerada, pero doy fe de que es tan real como la vida misma. En bastantes hogares de nuestra aldea global y digital, las familias han enmudecido. La era de la comunicación ha traído la más feroz incomunicación.
 Así las cosas, tanto ha cambiado nuestro modo de vida con las nuevas tecnologías de la comunicación que parecería que la soledad y la angustia son males de la era de la “comunicación”, parecen ser las complicaciones psíquicas más frecuentes de la postmodernidad.
 Paradojalmente estamos cada vez más comunicados pero cada vez se habla menos.  A veces, lo que se producen son diálogos efímeros, sin gran contenido afectivo y con muy bajo nivel de compromiso y responsabilidad.  Podemos pensar en que todos tenemos celular, ya ni nos imaginamos nuestras vidas sin ellos y por favor q no se nos olvide en casa…
 Por medio de mensajitos de texto o rápidas llamadas podemos decir o conversar mucho pero muy poco a la vez.  Podemos cancelar una cita planeada con mucha antelación con un mínimo mensajito de texto.  Antes la gente se ponía de acuerdo personalmente o por teléfono de línea para encontrarse y no se suspendían, se iba se los dejaba plantados.  No había un “le mando un mensajito”
También chateamos y allí pasa de todo, podemos decir desde la pavada más grande a lo más obsceno, pasando por lo ridículo y lo insignificante sin límite alguno.  La pantalla nos permite acercarnos a todo tipo de gente.  Gente de todo el mundo, gente de distintas edades, gente con distintos ideales, etc.  Pero también nos permite desinhibirnos y por que no escondernos.  Es mucho más fácil y descomprometedor decir las cosas por chat o por mail que cara a cara.  Quizás a alguien le haya sucedido que  hayan hablado por la pc desinhibidamente y cuando se encontraron  con esa persona cara a cara llevó un tiempito romper el hielo.  Hablamos de este ejemplo como la mínima diferencia que hay entre la comunicación virtual y la personal. Se sabe que hoy en día se ama y se sufre a través de Internet con personas que sabemos que existen en el mundo, pero que quizás jamás vayamos a conocer”.
Se perdió lo esencial, el contacto directo entre las personas, los amigos, los familiares, todo se dice a través de Internet cuando no hay nada mejor que decir las palabras personalmente y entablar una conversación entretenida y enriquecedora a la vez. No hay que perder el habito de encontrarse y disfrutar de un café con los amigos, familiares, allí pueden contarnos como se sienten verdaderamente, cosa que quizás no la hacen a través de la red porque  al no ver a la cara al otro todo es diferente.
Y si, nos sentimos solos, incomunicados y eso que estamos rodeados de comunicación y aparatos que sirven para comunicarnos, y es porque nada se compara a la comunicación interpersonal que debemos tratar de rescatar, aunque indefectiblemente esta  en extinción.-


miércoles, 11 de mayo de 2011

Urge hacer algo por los chicos de la calle


Los chicos de la calle parecen haberse convertido en parte del paisaje de las ciudades argentinas. Verlos genera angustia e impotencia.
 Cae la noche y Marcelo mira al cielo. No tiene un techo que lo cubra. Se peleó con su familia y la calle fue su escapatoria. “¿Sabes lo feo y triste que es eso? Te sentís muy solo”. Miles de niños comparten ese mismo hogar, la calle, donde día a día enfrentan situaciones que otros chicos de su edad ni conocen.
Me peleé con mi familia y me fui, no aguantaba más,” cuenta Jonathan (no es su nombre verdadero), de 15 años, Limpia vidrios en las esquinas, hace malabares en los semáforos del microcentro, a veces pide plata en restaurantes y reparte estampitas en los colectivos. “Si logras sobrevivir ahí, podes con todo”, expresa desafiante. Como Jonathan, la mayoría de los niños de 10 a 15 años eligen como destino la  ciudad. La ONG Médicos del Mundo Argentina registró en 2010 más de 3.500 menores en situación de calle y, un año antes, el Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes había censado sus actividades, con el siguiente resultado: limosneo, 26,4 %; cartoneo, 21,6; venta ambulante, 5,4 y malabares 1,4 por ciento.
En un 90%, provienen de la periferia. El panorama es similar, aunque en mayor escala, en otras urbes del país, como Buenos Aires, Rosario, Córdoba (capital), Mar del Plata y Bahía Blanca.
“Una monedita, por favor”, pide Jonathan casi todos los días en los colectivos  de las linesas de transporte publico de pasajeros. A cambio, ofrece pequeñas tarjetas con dibujos y mensajes como: “Tres cosas irrevocables para la vida: el tiempo, las palabras y las oportunidades”. Algunos se la quedan y le dan una moneda, otros lo ignoran o le devuelven la postal.

Además de pedir dinero, muchos niños revisan la basura, tratan de conseguir algo para comer, asisten a paradores, se pelean, duermen sobre cartones, y con suerte se cambian de ropa. Para ellos, cada día es un nuevo reto: “Ayer salté a defender a un amigo de una banda de pibes que lo quiso apurar con una navaja. Saqué mi cuchillo que era más largo, se asustaron y se fueron”, relata Johnatan, quien tiene en los brazos “cortes tumberos”, pequeñas lastimaduras que se realizó él mismo con navajas o cuchillos. “Se cortan a sí mismos para exteriorizar tristeza o disconformidad con algo que les sucede”, explica un reconocido psicólogo.
Estas  situaciones demuestran  que ya no son niños, que se enfrentan a problemas que ni los adultos saben cómo resolver. Por ello, necesitan contención, no tienen una familia que los apoye”, agrega el psicólogo.
Johnatan no anda solo, arma “ranchadas”, grupos con pares que suelen cambiar con el tiempo. Los expertos en el tema explican que las niñas no suelen estar en la vía pública porque cuando desean irse de su hogar, tienden a conocer algún hombre más grande que les ofrece irse a vivir con ellos.
Y porque se da esto? La situación de calle es un fenómeno que los estudiosos plantean que se da de a poco: los chicos, al principio, dejan de asistir a la escuela, se quedan en el barrio, empiezan a pedir, caen en las drogas, hasta que ya no vuelven a dormir a la casa.
¿Por qué lo hacen? “La problemática tiene que ver con dos causas. El proceso de empobrecimiento y marginalidad de distintas familias, que aumentó de manera considerable a partir de 2001, y la violencia familiar, los malos tratos y familias ensambladas, que producen que el chico quiera irse de su hogar.
Pablo, de 14 años, es de la Costanera. Su papá es alcohólico y la mamá pide en la calle. No solían hacerse cargo de él . No compartía esa forma de vida y se fue de su casa. Comenzó a parar en los semáforos de Casal, intersección de las avenidas Mitre, Alem y 24 de Septiembre, pedía dinero y juntaba cartones.
Los chicos en situación de calle suelen establecer lazos con otros iguales que ellos .Pero al analizar la condición del hogar abandonado, los asistentes sociales se encuentran con que muchas veces no es saludable para el niño volver a su lugar de residencia o hasta los mismos padres creen que “están mejor en la calle”. A partir de allí, se busca algún albergue abierto, aunque denuncian que muchos no dan abasto y que hay pocos del Estado. “La clave está en que debe haber una articulación real entre todos los que traDelito y adicciones. ¿Por qué la droga? “Estás en lo marginal y no tenés a nadie que se preocupe por vos. Así podés pasar el frío, el hambre y los problemas. Pero una vez que se te pasa el efecto, estás en la misma. Yo siempre me sentí solo, por eso llegué a lo que llegué”, explica Marcelo, que a los 9 años ya se encontraba en situación de calle, pero comenzó a asistir al colegio y con 30 años  ya no vive más en la vía pública, te drogas con tantas cosas, pero lo más común es el paco, la pasta base, el pegamento y hasta la nafta”, recuerda Marcelo, a quien mucho no le agrada rememorar su pasado. Pero sabe que sirve de ejemplo para todos los chicos que creen que no existe una salida a su situación.

Esa vida llena de exigencias y abandonos conduce a muchos a las adicciones y al delito. Marcelo cuenta que la droga no borra nada y que, encima, lo llevaba a hacer cosas que ni él imaginaba. Con este tema surge el debate acerca de la baja de la edad de imputabilidad de los menores, con la cual la mayoría de los asistentes sociales de niños en situación de calle no acuerdan: “No hay que crear más cárceles, sino más escuelas que los contengan y programas de inclusión laboral que eviten la reincidencia y políticas de prevención”.

Por otra parte, un informe realizado por Médicos del Mundo Cono Sur sostiene que, en realidad, no existen áreas de la salud especializadas en tratar niños en situación de calle. Al llegar el invierno, este problema se hace más evidente ya que el 40 por ciento de los menores se transforma en víctima de las infecciones respiratorias agudas por la falta de abrigo y acceso a una alimentación adecuada. El resto de los expertos que intervienen en el tema como trabajadores sociales, operadores de calle y demás especialistas consultados dijeron no estar conformes con el reconocimiento profesional que reciben: “Es un trabajo en el cual hay que poner el cuerpo todos los días y uno se involucra mucho. La recompensa económica no es acorde y eso a veces hace que mucha gente capacitada se vaya a otras áreas” Así las cosas, los chicos de la calle están expuestos a todos los peligros que la calle implica, desamparados, y lo que es peor sin un futuro con una inocencia perdida.