Esta palabra encierra mucho en todo sentido, el origen del termino significa determinación firme y perseverante por el bien común.
En nuestros días, la palabra solidaridad ha recuperado popularidad y es muy común escucharla en todas las esferas sociales. Es un palabra indudablemente positiva, que revela un interés casi universal por el bien del prójimo
Podríamos imputar el resurgimiento casi global del sentir solidario, a la conciencia cada vez mas generalizada de una realidad internacional conjunta, de un destino universal, de una unión mas cercana entre todas las personas y todos los países, dentro del fenómeno mundial de la globalización. Esta realidad ha sido casi tan criticada como aplaudida en todas sus manifestaciones. Buena o mala, la globalización es una realidad actual, verdadera y tangible.
Creemos que una de las consecuencias favorables que nos ha ganado la globalización es, precisamente, una visión mas conjunta del mundo entero; un sentido de solidaridad mayor entre los hombres. De pronto, los niños de Japón no se sienten tan lejanos; los cañones de la guerra en el Medio Oriente también aturden nuestros oídos: el terremoto en Japón sacude nuestra respiración.
Desgraciadamente, esta conciencia de solidaridad universal suele reducirse a una buena intención, una aberración lejana y sentimental hacia las injusticias sociales, hacia la pobreza o el hambre. Y este sentimiento que arroja nuestras esperanzas hacia un país lejano, tal vez arranque de nosotros la capacidad de observar las necesidades de los seres humanos que loran a nuestro lado todos los días.
La solidaridad nace del ser humano y se dirige hacia el ser humano. Siempre ha sido una exigencia de convivencia entre los hombres. La solidaridad es, en sentido estricto, una relación de justicia: ¿Por qué solidaridad?, solidaridad, porque es lo justo, porque todos vivimos en una sociedad; porque todos necesitamos de todos, porque estamos juntos en este barco de la civilización; porque somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos. La solidaridad es justa porque los bienes de la tierra están destinados al bien común, al bien de todos y cada uno de los hombres, y los que, dada su buena fortuna, tienen mas, están obligados a aportar mas a favor de otras personas y de la sociedad en general.
La solidaridad se practica sin distinción de credo, sexo, raza, nacionalidad o afiliación política. La finalidad solo puede ser el ser humano necesitado.
Comprendemos que para que haya solidaridad se requieren dos personas: una necesitada y otra solidaria. Pero el solo dar, o ayudar, no es lo mas difícil. La parte difícil comienza cuando se nos presenta el dilema de ayudar sin recibir nada a cambio; de ayudar aunque nadie se entere, ni aun la persona a la que ayudamos. Esto es: ser solidarios por una verdadera convicción de igualdad y de justicia. Es difícil ser caritativos, solidarios, entregados, y ser, al mismo tiempo, totalmente desinteresados.
Y, si la solidaridad no es impulsada por la convicción y la virtud, ¿Qué sucede? Cuando a un acto materialmente solidario le falta alguno de estos elementos, esta viciado y no puede llamársele formalmente solidaridad. Aquel que da un billete a un pordiosero, materialmente hace algo bueno: el pordiosero podrá comer o comprarse algo; pero si este acto lo hace para que otras personas lo vean, para aparentar caridad, para ganar unos cuantos votos, entonces ese acto que es materialmente bueno y solidario, se convierte no solo en un acto deplorablemente infructuoso, sino además en un acto definitivamente egoísta, que lejos de engrandecer a las persona, la empobrece.
Queda claro entonces que, para que un acto pueda ser considerado verdaderamente solidario, necesita de estos elementos: 1) que sea materialmente solidario; 2) que se funde en la convicción de igualdad; 3) que sea hecho por caridad, por amor al prójimo y; 4) que sea realizado con rectitud de conciencia.-
La solidaridad debe ser en todas las personas una constante. Ser una realidad diaria. Así como dentro del matrimonio la solidaridad entre los conyugues se realiza y perfecciona todos los días en todos los detalles de la vida cotidiana, así la disposición de solidaridad con otras personas debe ser parte inamovible de nuestros actos diarios. Debe convertirse en habito , en virtud, en modus vivendi. La solidaridad no es una serie de actos aislados encaminados a ayudar al prójimo, la solidaridad es una actitud personal, una disposición constate y perpetua de tomar responsabilidad por las necesidades ajenas.-