La inseguridad es tal vez la mayor preocupación de los argentinos. Tiene que ver con la integridad humana, con la existencia misma, con cuidar nuestras vidas y bienes. El asunto ocupa invariablemente el centro de la escena en materia de preocupaciones.
En algún tiempo, era solo un asunto marginal. Algunos sectores sociales a los que no llegaba el progreso lo padecían, y en el otro extremo, los que mayores recursos disponían, se preocupaban por no ser saqueados.
Hoy la inseguridad golpea como problemática social en forma transversal. Castiga en forma general a la sociedad toda. Ya no se trata de villas o countries, ricos o pobres, la epidemia se ha convertido en pandemia y nos impacta a todos.
Una simple mirada a nuestros hogares nos mostrará alarmas, rejas, guardias privados, cuando no "serenos", sofisticados sistemas de seguridad en puertas y ventanas que cada vez tienen mas cerraduras y pasadores. Dejar un hogar sin ocupantes para ir a trabajar, estudiar o para hacer una visita familiar implica un operativo muy minucioso para asegurarnos que nuestra vivienda y bienes estarán a salvo, o al menos que no será presa fácil d Nuestros hábitos más elementales en el andar cotidiano dan otra muestra de lo mismo, un caminar vigilante, atento al más mínimo movimiento que nos genere sospecha, bajo una desconfianza exacerbada y esa actitud casi hostil frente a cualquier desconocido que se acerca. Carteras y bolsos celosamente cuidados en ese circular casi paranoico al que finalmente debimos acceder por meras cuestiones de supervivencia.
El repertorio es inagotable, elegir la ruta menos peligrosa, el camino hacia la escuela, el trabajo o cualquier actividad apelando al sentido común, intentando recorrer las zonas mas concurridas, menos arriesgadas, mas iluminadas. Es casi una obligación evitar los ámbitos oscuros o las barriadas desprestigiadas convertidas casi en ghettos.e los más improvisados delincuentes.
La sociedad ya ha colocado a este tema hace tiempo en los primeros lugares en las encuestas. Los políticos no encuentran el camino, es mas, no lo conocen, por eso muchos incluso intentan minimizarlo, ignorándolo en sus discursos.
Sabemos que ese no es el camino. Nada se soluciona sin nuestra decidida acción al respecto. Los hombres podemos hacer que las cosas pasen, solo si estamos sobre ellas. Se precisa una actitud perseverante, con convicción y sobre todo un diagnóstico adecuado, ese que aun no aparece con claridad.
Los políticos no saben como llevarnos hasta ese destino que nos libre de esta sensación espantosa de que podemos perder nuestras vidas o bienes a la vuelta de la esquina, pero lo mas grave aun es que no hemos dado el puntapié inicial, el imprescindible y necesario, ese que implica comenzar el debate.
Algunos gobiernos, respondiendo a la demanda más elemental de la sociedad, esa que reclama aumentar la seguridad como forma de contrarrestar el delito, han dado rienda suelta a esta ecuación que ya ha demostrado reiteradamente su ineficacia.
Mas policías, mas controles, para darle batalla al delito. Ojala fuera tan simple. El tema es complejo, y hay que decirlo, la solución no parece tan lineal. Ninguna propuesta de trabajo que no contemple que estamos frente a un fenómeno social que tiene un origen multifactorial tiene chances de lograr éxito.
La problemática esta plagada de causas que explican solo parcialmente el fenómeno. Drogas, alcohol, pobreza, impunidad, ausencia de justicia, una débil concepción del valor por la vida y la propiedad privada, una sociedad que ha perdido la cultura del trabajo, familias desintegradas, ausencia de diálogo en el hogar, una educación que muestra grietas, con códigos morales destruidos y una fragmentación despiadada, son solo algunos de los componentes de una larga nómina que en combinación, casi nunca aislados, conforman el coctail que deriva en este desastre actual
El tema es complejo, MUY complejo. Los políticos no encuentran el camino. Digámoslo, la sociedad tampoco. Pero vayamos por partes. Ignorar el asunto no nos conduce a ningún lugar. Si no nos enfocamos en analizar la cuestión a fondo, si este tema no se convierte en la preocupación central a la hora del debate, difícilmente encontremos el rumbo que nos acerque a la solución, o al menos a atenuar parcialmente las incontrolables consecuencias de este fenómeno.
Reconocer nuestra ignorancia al respecto es el primer paso. Seamos claros, no sabemos como enfrentar este asunto, ni políticos ni sociedad. Solo tenemos discursos plagados de diagnósticos, los más de ellos incompletos. Sin la humildad de reconocer que estamos perdidos, profundamente perdidos, seguiremos siendo rehenes de los delincuentes, esos que disfrutan del privilegio de nuestra impotencia y desconcierto
. Preocupa el asunto, pero mas aun que el tema siga siendo tabú y que no estemos dispuestos a instalarlo en el centro de la escena del debate. Alguien debe dar el puntapié inicial. No es patrimonio exclusivo de los gobiernos, la responsabilidad es de la sociedad toda, pero sería bueno que empecemos a ver quienes se sentarán en esa mesa que nos ayude a recorrer el camino de vuelta. Queremos sentirnos seguros, pero debemos trabajar mucho para ello. Depende de nosotros. Cuando a la inseguridad dejemos de esconderla bajo la alfombra, tal vez tengamos una chance.
Ahora veamos que sucede en Tucumán donde te matan por $ 10. Y si no habría que recordar lo que pasó con la escribana María Isabel Osores, a quien asesinaron en octubre cuando, con una bolsa en la mano, iba a tomar el colectivo para visitar a su madre en Salta. O lo que le sucedió a la maestra jubilada Mercedes Ramírez de Cahisa, víctima de arrebatadores en diciembre de 2009. Pero en Tucumán también te matan por mucho dinero. Y casos hay varios. El de Pablo Aiziczon es el último. Pero está el de Jorge Matteucci, tirado en La Aguadita en diciembre. O el del contador Carlos Albarracín, del que ya pasaron ocho años, o el del matarifeJavier Chávez, al que ejecutaron de un tiro en marzo del 1996, o el empresario Antonio Macaione, acribillado a tiros el 22 de noviembre de 1992. Son tan sólo algunos ejemplos. Lo alarmante de recordar estos casos es que... todos están impunes.
Finalmente como muestra aportamos los resultados arrojados de un sondeo los que indican quela mayoría absoluta de los 600 tucumanos encuestados por la empresa Sociología y Mercado considera que la inseguridad es el principal problema de la provincia. La cifra final es categórica: el 51,5% de las respuestas muestra la preocupación por la situación de la seguridad en Tucumán, y esa sensación se agudiza en los grupos etarios más distantes.-
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