La pobreza no autoriza a delinquir, pero la necesidad justifica
determinados actos
Empecemos por lo que todos sabemos: "En Argentina hay muchos
pobres, demasiados para un país que se jacta de su riqueza y sus niveles de
crecimiento.
Que la pobreza exista no quiere decir que los pobres están autorizados a
hacer lo que se les dé la gana. Comparto el criterio de no criminalizar la
pobreza, pero también adhiero a la posición de quienes sostienen que ser pobre
no autoriza a delinquir. Ocupar un espacio público por la fuerza es un delito y
cuando los que hacen esta tarea son muchos estamos ante una asociación ilícita.
Planteado así el conflicto queda claro que no hay respuesta válida que no
incluya la intervención del Estado como garante del orden, otra obviedad que
todos están dispuestos a reconocer, pero muy pocos a hacerse cargo de ella .
En la Argentina los
reclamos han crecido, han ganado la calle y, más que ganar la calle, han ganado
legitimidad, lo cual ha dado lugar a que oportunistas de la más diversa ralea
se aprovechen de esa situación para conquistar espacios de poder. Todo esto
podrá ser criticable, pero es al mismo tiempo inevitable. En definitiva, el
desafío del político es dar una respuesta válida al problema social,
.
Ni en los partidos
tradicionales ni en las dependencias del Estado faltan personas decididas a
ordenar la represión. ¿Por qué no lo hacen?¿Porque no pueden?. ¿Porque los
costos sociales serían mucho más altos que los que se pretenden corregir?
El primer requisito
cuando se trata de resolver el tema de la pobreza es conocer el complejo,
desgarrante e injusto mundo de la pobreza. En ese universo hay dolor,
postergaciones y canalladas. La pobreza es una maldición para los pobres, pero
es una bendición para quienes hacen negocios con ella. Se sabe que los pobres
están despojados de derechos y en más de un caso de su humanidad. En esta vida
todos somos manipulables, pero ellos son más manipulables que nadie. Punteros,
delincuentes, políticos venales, activistas de izquierda, se agitan en estos
submundos vendiendo ilusiones y esperanzas.
Los medios de comunicación y su responsabilidad
Los
medios de comunicación tienen la capacidad de acercar a la sociedad aquello
que se califica como la "realidad" y adquiere el status de
información.
Vale
aclarar, que una cosa es "la realidad" y otra muy diferente la
"realidad periodística", selectiva dimensión simbólica en la que
algunos hechos, escenarios y protagonistas se abordan hasta el hartazgo y
otros no alcanzan difusión pública. A través del proceso de selección,
inclusión y exclusión de contenidos los medios intervienen como actores
políticos, estigmatizando o legitimando los conflictos sociales y sus actores
emergentes. Las rutinas profesionales y las estrategias de producción del
temario colaboran para que esta intervención protagónica de los medios en lo político no se manifieste de
manera tan cruda.
Así, la configuración de la protesta y quienes la llevan adelante son un producto concreto de la ideología de los medios puesta en acción. El "ágora" mediática pone en funcionamiento la operación de mostrar una realidad donde aquello que se excluyó no gozará de entidad existencial para la sociedad si no la ha tenido para los medios, donde no todas las fuentes tienen la misma capacidad de llegada a la exposición pública y no todas las informaciones se sostendrán en el temario. El medio construye y deconstruye "a piacere" la protesta, ocultando o mostrando hasta la exasperación, exhibiendo al que reclama al lado del integrado, al lado de la oposición funcional. Los actores del conflicto, por su parte, han aprendido en el ínterin, diversas estrategias para hacer visibles sus demandas, incluso planifican sus acciones para que puedan ser difundidas en horarios centrales de los noticieros televisivos. Sin embargo, una vez que la agenda mediática le baja el pulgar de exposición a un conflicto, éste desaparece de la agenda pública, por más que abarque a amplios sectores de la sociedad. En un mundo cada vez más fragmentado y desigual, la información, entendida como un bien social inalienable, es un bien escaso, que se disputa en abierta desigualdad de condiciones entre los distintos actores políticos, entre los cuales, los medios son un sector poderoso y privilegiado.
Hacedores
de Opinión Publica
Esto es; cuando las mayorías
acompañan un proceso político se habla de la comprensión por el proceso
nacional y popular y la presunta santidad de la opinión pública transformada
en un alud de votos. Pero cuando esas mismas mayorías comienzan a flaquear
-por las razones que sean- se comienza a hablar de “minorías esclarecidas”
que, en este caso será la expresión… “todos sabemos que la opinión pública no
existe, se construye”. Así, cual lisa y llana aceptación del concepto
maniqueísta de la realidad, se concluirá que los pueblos deben ser guiados
desde correas de comunicación cual Goebbels (Jefe de Propaganda del Nazismo)
cuando afirmará… “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una
verdad inverosímil”.
En otras palabras; a las
sociedades les gusta sentir que su conducción dirige el carro hacia el
destino que desean y tienden a bajarse del mismo cuando perciben que el carro
toma cualquier dirección poseada que la aleja de sus aspiraciones. Los
auténticos liderazgos, en democracia, obvio, surgen cuando la conducción
interpreta la necesidad del conducido y lo dirige hacia el destino que
precisa para salir del peor escenario, la incertidumbre es siempre el
escenario que las sociedades tratan de evitar. La incertidumbre suele ser
incluso peor que el error. Porque el error, siquiera tiene el valor de
identificar una camino que no se quiera volver a transitar, en tanto que la
incertidumbre opera como el alcohol que no permite saber siquiera en que
tambaleante dirección se encuentra la seguridad del propio hogar.
Sociedades
con incertidumbre
Así, cuando la incertidumbre
comienza a apoderarse de las sociedades, las mismas acciones o expresiones
que antes eran aplaudidas, se transforman en muecas molestas porque el
destino alcanzado es solo visto como una estación pétrea donde nadie quiere
quedarse en la supuesta comodidad de haber alcanzado algo. Las sociedades
reconocen los caminos recorridos cuando se recorren, no cuando se percibe
inmovilidad o se exige comprensión del esfuerzo del punto de partida. Así,
los puntos de llegada se comienzan a sentir como retrocesos porque ningún ser
humano valoriza tanto lo que hizo como lo que quiere hacer. Es como la gente
que se pregunta para que un rico sigue trabajando o arriesgando capital si
podría quedarse placenteramente reposando en la eternidad de relajadas
vacaciones. La respuesta está en el propio ser humano y sus sueños, más allá
de cada propio y personal punto de partida inicial.
Y a no confundirse; disminuir la
incertidumbre no es dirigirse hacia cualquier lado, es comprender y conducir
cual es la demanda de la sociedad. Lo contrario solo tensará más a la
sociedad y la tensión siempre tiene sobre si el riesgo de la ruptura y la violencia.
Sobretodo cuando la incertidumbre se transforma en certidumbre de fracaso.
Hoy, todavía el Gobierno dispone de un capital, no propio pero real. Y ese
capital es la inexistencia de un liderazgo opositor que seduzca con nuevas
certidumbres a la sociedad. Pero esto no hace más exitoso el fracaso. Solo
demora los resultados. Cuando la oposición salga de la inercia del
diagnóstico para encontrar o saber transmitir su decisión de tratamiento, o
el oficialismo termine la autocontemplación de su propio pasado popular, el
país encontrará su camino o… tropezará con él.
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